ninfomanía 

ninfomanía

Señor médico, estoy al borde de la desesperación. Me encuentro diariamente atormentada por deseos exorbitantes que me motivan a actuar de modo contrario a mi consciencia moral.

Durante mi juventud, me entregué a la lectura de novelas y a la asistencia a fiestas, por lo que mi imaginación se ha sobreexcitado de tal forma que no me cuesta el mayor esfuerzo comportarme cortésmente como una dama de compañía del sexo opuesto. Son tan fuertes mis deseos, que incluso durante mi matrimonio no pude huir del hábito de retirarme y abusar de mi misma. Desde el fallecimiento de mi esposo, mis deseos son más fuertes que nunca, y ha llegado el momento de pedirle ayuda, porque temo que si no recibo ayuda, me volveré loca’. Este relato de una viuda de 29 años fue comentado por Dr. Homer Bostick, de quien, en 1855, se publicó la dieciseisava edición de su éxito de ventas sobre ‘Seminal diseases’ (enfermedades relacionadas con la procreación). Su terapia consistía en baños fríos, una dieta mísera, compresas de hielo en los genitales, y sanguijuelas en el útero. El médico declara que tras algunas semanas, esta dama respetable de Boston estaba totalmente curada, y contrajo segundas nupcias.

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Carol Groneman ofrece en su libro Ninfomanía muchos ejemplos de casos de ninfomanía. Así, clarifica la opinión sobre el fenómeno ‘ardor sexual excesivo en la mujer’, mejor conocido como la ‘ninfomanía’, y cómo se ha actuado ante este fenómeno en los últimos 150 años. A lo largo del siglo XIX, la terapia para combatir esta enfermedad cambió. Cuando los médicos reconocieron el papel del clítoris como órgano de deseo, se hizo popular la clitoridectomía, o la ablación de clítoris. Así, el ginecólogo A.J. Block presentó en el ‘New Orleans Medical and Surgical Journal’ de 1894 que una madre llevó a su hija de nueve años a la hora de consulta, ya que sospechaba que la hija practicaba la masturbación. El médico Block investigó los labios y la vagina de la chica: no hubo reacción. Entonces, tocó el clítoris, e ‘inmediatamente la niña separó sus piernas, su cara se puso pálida, su respiración se agitó, gemía suavemente y su cuerpo temblaba de excitación’. Así que decidió practicar la clitoridectomía en la niña. La ablación del clítoris también tuvo oposición por parte de los médicos inteligentes y críticos, y por parte de una nueva generación de ‘neurólogos’, que explicaron la existencia de la ninfomanía mediante el sistema nervioso, la infancia, o anomalías genéticas. Tras la publicación de Psicopathia Sexualis de Von Krafft-Ebing y el estudio de Freud sobre la histeria, se creó una escala entera de problemas ‘psíquicos’ de los cuales sufrirían las mujeres ninfómanas. Esta tradición sigue estando en vigor en pequeños círculos hasta día de hoy. Supuestamente, las ninfómanas no se han podido desarrollar desde su pubertad a la madurez femenina de modo normal. Así, desean extremadamente la actividad sexual, pero nunca conocen la ‘verdadera’ satisfacción. En realidad, odian a los hombres y son frígidas, y llama la atención que supuestamente muchas de ellas acaban en la prostitución.

Investigación

obsesión sexualTras la Segunda Guerra Mundial, empezó a cambiar esta aproximación psicologicadora tan oscura. La gran investigación de Alfred Kinsey sobre el comportamiento sexual de los estadounidenses demostró que existe una gran variedad de comportamientos individuales, y que lo que en el pasado fue percibido como una anomalía severa, pertenece en realidad al comportamiento humano normal. La respuesta por Kinsey a la pregunta ‘¿Qué es una ninfómana?’ fue: ‘Es alguien que tiene más sexo que tú’. También después de la investigación famosa de Masters y Johnson del comportamiento sexual factual, en el que mujeres normales experimentaban más de 60 orgasmos, paulatinamente quedó menos en pie la idea de la ‘ninfómana’. Por un instante, allá por el año 1975, el caso pareció haber desparecido para siempre. Pero junto a la reacción que tuvo lugar, también volvió la imagen de la mujer sexualmente obsesionada. De nuevo tiene una disfunción psíquica, esta vez no por consecuencia de un clítoris demasiado grande, tampoco porque en su juventud se quedara atrapada en el ‘estado fálico’, ni tampoco por una predisposición genética, sino, como se puede adivinar ya, porque ha sido víctima de abuso sexual cuando era niña, y percibe el sexo como único método para obtener atención y amor. La propia Carol Groneman parece aceptar esta última ‘explicación’ de la ninfomanía, y por esta razón se queda con la pregunta ‘ ¿Cuánto sexo es normal y sano?’ al final de su libro. Una pregunta así puede ser fácilmente empleada por moralistas, médicos, terapeutas y comerciantes de cualquier tipo, y de esta forma, nos encontramos en la misma situación que hace cien años.